![](https://sanjuan.edu.uy/wp-content/uploads/2024/12/1.-NAVIDAD-PROV-2024-1024x1024.png)
![](https://sanjuan.edu.uy/wp-content/uploads/2024/12/2.-NAVIDAD-PROV-2024-1024x1024.png)
![](https://sanjuan.edu.uy/wp-content/uploads/2024/12/3.-NAVIDAD-PROV-2024-1024x1024.png)
MENSAJE DEL HERMANO ANIMADOR GENERAL
“Dio a luz a su hijo primogénito,
y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre,
porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lc 2,7).
Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:
La Navidad es una fiesta grande que necesita un tiempo de preparación. Por ejemplo, los indios cristianos comienzan la Navidad unos días antes con la costumbre de pasar por las casas cantando canciones para dar a conocer o recordar el significado de la Navidad. En Latinoamérica son muy concurridas las novenas del Niño que se hacen en las iglesias o en las casas para preparar con la oración la celebración navideña. También en muchos lugares es costumbre preparar la Navidad haciendo algún gesto de solidaridad con los enfermos o los necesitados.
El calendario litúrgico nos propone el tiempo de Adviento como preparación a la gran celebración del nacimiento de Jesús. Este tiempo busca que la Navidad tenga el verdadero sentido de acogida del Dios amor que viene. Junto a la preparación espiritual es cada vez más habitual seguir las costumbres comerciales y ambientales que se vuelven insistentes y exigentes, metiéndonos en una dinámica frenética de consumismo. La excesiva atracción materialista nos puede llevar a perder fácilmente el sentido cristiano de la Navidad.
Las fiestas navideñas tienen unos componentes materiales y otros espirituales, lo uno sin lo otro queda incompleto. La celebración plena comprende los dos aspectos, espiritual y material, pero llegar a un buen equilibrio en este tiempo marcado por el materialismo y el hedonismo no es fácil. El aspecto espiritual puede reducirse a algo irrelevante. A través de este mensaje quiero haceros llegar algunas reflexiones que nos preparen interiormente para vivir una Navidad especial.
No había lugar para ellos en el mesón
“Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de César Augusto, que todo el mundo fuese empadronado. E iban cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David, para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta” (Lc 2,1–5). Podemos imaginarnos la ciudad de Belén con más gente de lo habitual, y allí llegaron también José y María, quizá en su primer viaje como familia.
El texto citado del evangelio de Lucas deja intuir que nadie los esperaba y como cualquier extranjero buscaron un sitio público para albergarse. Después de llamar a varias puertas y no ser atendidos, encontraron un lugar donde se convivía con los animales. Allí se instalaron y en ese ambiente pobre sucedió lo extraordinario: Y “dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lc 2,7). Dios es acogido en una pequeña y frágil comunidad, en la oscuridad de la noche y en un establo, lugar poco adecuado para dar a luz.
Para una mirada sólo humana, parece que ni el lugar ni lo que aconteció están a la altura de lo que celebramos. La manera que tiene Dios de hacer las cosas es así. Ya había sucedido en Belén unos mil años antes, que Dios eligió al hijo más pequeño de Jesé para ser ungido rey de Israel por Samuel. Jesé hizo pasar a sus 7 hijos delante de Samuel para ver cuál era el elegido, pero Samuel no se fijó en ninguno de ellos y preguntó por el más joven, el que estaba fuera de casa cuidando las ovejas. Finalmente Samuel ungió rey a
David, el menor de los hijos, el menos fuerte (1 Sm 16,1-13). Lo que parece ser rechazado por el criterio humano es elegido por Dios. Dios se muestra inclusivo, da valor a lo que parece no contar.
Siguiendo el relato de aquella noche, en Belén encontramos a otros protagonistas de la periferia. Son los pastores, que recibieron el anuncio del ángel, el cual los invitó a ir a conocer al Salvador. Los pastores eran nómadas, no reconocidos socialmente e incluso rechazados, y a ellos se les confió el anuncio. Esta es la extraña manera que tienen Dios de hacer las cosas. Él no busca el éxito ni se acomoda al marketing. Su predilección por los pequeños y los pobres, es parte de su mensaje de amor. Es la actitud del padre que tiene especial cuidado de sus hijos más débiles.
Entrar en el espíritu de la Navidad es contemplar esta manera de actuar de Dios y comprender este mensaje en nuestra vida. Es ver a Dios en aquello que no nos parece bueno o que no es políticamente correcto. Otra historia es posible, y se inicia a partir de la pequeñez, de la debilidad. Dios hace las cosas desde donde estamos, desde la realidad que vivimos, aunque no sea la ideal; y se abaja para entrar en la casa de nuestra vida, tantas veces pobre y con cierto desorden. El nombre de Jesús es “Enmanuel”, el Dios con nosotros. Dios no es enemigo del hombre como piensan algunos, sino que Él camina a nuestro lado y esto supone darle cabida en nuestro corazón como un nuevo pesebre donde recostarse.
Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombre amados por él
El mensaje del ángel a los pastores revela el contenido profundo de la Navidad. Es una secuencia “in crescendo” que comienza dando confianza: “no temáis”. Pasa luego a dar la noticia: os anuncio “una gran alegría para todo el pueblo”, que el niño nacido “es el Mesías, el Señor” (Lc 2, 10-11) y culmina con el canto del coro angélico: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres amados por él” (Lc 2,13-14).
Algo nuevo se ofrece que debe ser acogido. Podemos permanecer como Herodes, cerrados en lo establecido, con miedo al cambio y mirando nuestros intereses. Podemos pensar al contrario que el futuro está acompañado por Dios, quien recrea el amor por los hombres cada día y desea que el mensaje que reveló a través de su Hijo se pueda hacer realidad. Ese sigue siendo su sueño.
Y esta es la razón de nuestra esperanza, que hemos de mantener a pesar de que el panorama general del mundo sea un desafío a esta utopía de Dios. Vivimos una situación dramática como familia humana. Las guerras se han establecido de forma prolongada en diferentes zonas del mundo dejando miles de muertos, sufrimiento y pobreza. Igualmente, el terrorismo, las mafias del tráfico de personas, de drogas o de armas, provocan muertes, violencia, miedo y hambre. A pesar de todo, hemos de cantar o de gritar con los ángeles: “paz a los hombres amados por el Señor”. La paz de los ángeles sigue siendo una meta que alcanzar.
Desgraciadamente se sigue dando la situación padecida por José y María de no encontrar sitio en la posada. Millones de personas no encuentran sitio en este mundo y son desplazados de su tierra a causa de la guerra y del terrorismo. Igualmente podemos hablar de las injusticias, que favorecen a una clase privilegiada y marginan a otra parte de la población.
El espíritu de la Navidad debe llevarnos a colaborar para hacer un mundo más justo, desde la educación, la pastoral, la sensibilización y la solidaridad. La Sagrada Familia dejó la seguridad de su casa y asumió riesgos para acoger a Jesús. Así también nosotros, podemos abrirnos a acoger a Jesús niño que significa: acoger la debilidad de tantos hombres y mujeres, escuchar el dolor de tantas víctimas, dar oportunidades a través de nuestra ayuda solidaria, ser instrumentos de paz en todo tipo de conflicto, condenar las guerras, educar a las nuevas generaciones en la no violencia….. Nuestra vida unida a la de Jesús debe ser un canto a la paz y al amor.
El Papa nos invita a educar en la fraternidad y a hacer que los hombres se sientan familia humana. Nuestro carisma nazareno y taboriniano nos pide prestar atención a esta llamada del Papa. Vivir la fraternidad es un modo de vivir el espíritu de la Navidad en el día a día. “La solidaridad y la fraternidad, son elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente humana” (Papa Francisco).
El año nuevo 2025 nos trae un Año Jubilar que tiene por lema “Peregrinos de la esperanza”. Y nos recuerda que “toda nuestras existencia es una peregrinación de transformación en el amor”. Invito, pues, a toda la Familia Sa-Fa a hacer este camino de peregrinos de la esperanza. La Iglesia y los medios de comunicación nos ayudarán en este itinerario. En nuestra manos está la voluntad de hacer camino o quedarnos parados, encerrados, solos.
Que la paz sea la estrella que ilumine y guíe la suerte de toda la tierra (Cardenal Parolin).
¡Feliz Navidad 2024 y próspero Año Nuevo 2025!
H. Francisco Javier Hernando de Frutos. AG