Roma 11 – 03 – 2021
Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos,
Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:
La Pascua de Resurrección abre un tiempo litúrgico nuevo, el tiempo pascual. Durante 50 días celebraremos la Resurrección de Jesús, el triunfo de Cristo sobre la muerte. Y en la palabra “muerte” podemos incluir: el mal, el pecado, la violencia, la injusticia, la angustia. La gran noticia de que Cristo vive trae la esperanza a los hombres de todos los tiempos. Es el corazón de la fe cristiana. En la liturgia cantaremos ¡Aleluya!, porque Jesús ha vencido la muerte y nos trae la vida del hombre nuevo.
De la limitación a la desesperanza
El largo tiempo de la pandemia del covid 19 nos ha traído grandes limitaciones y sufrimientos. Muchas personas están sintiendo angustia, miedo e inseguridad por el futuro. Otras muchas sufren la escasez material, la falta de trabajo, la carencia de sanidad o la privación de educación. Y para otras, este tiempo está marcado por la dolorosa prueba de la enfermedad o por perder a algún ser querido. A todas las naciones, familias y personas está afectando la pandemia de algún modo. Estas vivencias nos pueden llevar a pasar de la limitación a la desesperanza que nos impide mirar al futuro con confianza.
Los discípulos de Jesús y las mujeres que lo seguían también tuvieron estos sentimientos al ver a Jesús terminar su vida como un fracasado, condenado a una muerte de cruz. Jesús no sólo se compadeció del sufrimiento de la gente que veía en los caminos y en las calles, sino que lo vivió con toda la dureza en su propia carne. Jesús no pasó de lado junto al dolor, sino que asumió la condición humana “haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó” (Flp 2, 8).
Los seguidores de Jesús, después de vivir la traumática experiencia de la pasión de su Maestro, se recluyeron en casa por miedo a los judíos y se encerraron en su dolor. Su vida se quedó atrapada por la muerte. Estos discípulos estaban en la misma casa, sufrían juntos y se consolaban mutuamente en el espíritu que les enseñó Jesús: “amaos los unos a los otros”. La compañía, la cercanía y el consuelo mitigaban la ausencia de Jesús.
Pero hubo alguien que se atrevió a salir: “El primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro” (Mt 28, 1). Llevaban los perfumes que habían preparado para embalsamar el cuerpo. Un ángel salió a su encuentro y les dijo: “No temáis, sé que buscáis a Jesús el Crucificado; no está aquí, ha resucitado como lo había dicho” (Mt 28, 5-6).
Su visita al sepulcro no fue en vano, fueron las primeras en recibir la noticia de la resurrección. Igualmente, Pedro, que, si bien en un primer momento no creyó el testimonio de las mujeres, sin embargo, echó a correr para comprobar la veracidad de lo que contaban. Su búsqueda les llevó a la luz. Todo cambió en ellos: el miedo se convirtió en valentía, la tristeza dejó paso a la alegría, la desesperanza cambió en esperanza y el espacio cerrado de una habitación se abrió para recorrer los caminos del mundo conocido.
Hemos oído muchas veces en este tiempo de pandemia la frase “todo irá bien”, es una palabra de aliento dicha desde el optimismo. Está siendo una bella palabra de ánimo. Pero la esperanza cristiana va más allá y nos dice que todo puede salir bien o que incluso habrá cosas que salgan mal, pero que todo tiene un sentido porque Cristo ha dado al mundo una dinámica de vida y de resurrección. Nosotros, como los discípulos en aquellos primeros momentos, podemos encerrarnos en el sufrimiento siendo prisioneros del dolor. Pero también podemos, como ellos, asumir el dolor por amor y abrirnos a la esperanza yendo al encuentro de Jesús resucitado.
Un tiempo nuevo
“No está aquí, ha resucitado” (Lc 24, 6). El amor provocó la resurrección. El amor del Padre al Hijo y el amor del Hijo a toda la humanidad. Más fuerte que la muerte es el amor vivido por Jesús. Ahora Jesús es la verdadera luz, “Yo soy la luz del mundo” les había dicho. La luz no podía encerrarse en un sepulcro, sino que estaba llamada a iluminar el mundo: “No se ha hecho la luz para ponerla debajo del celemín sino para que alumbre a los de la casa” (Mt 5, 15).
A veces nos preguntamos: si Cristo ha resucitado ¿por qué continúan las enfermedades, las guerras, el hambre, el odio? La naturaleza humana siempre cargará con sus limitaciones y heridas del pecado. Pero la Resurrección nos trae la posibilidad de mirar más allá, de ver horizontes de vida, de no cerrarse en las propias limitaciones. El amor que predicó Jesús durante toda su vida ahora es la gran fuerza del mundo. La vida tiene la última palabra frente a la muerte, el mal es vencido por el bien, el amor da sentido a todo, la esperanza ilumina el mundo. ¿En qué fundamento mi esperanza?
La pandemia que padecemos está favoreciendo el deseo de que todo esto pase y que venga un tiempo nuevo. Nos unimos a los primeros cristianos cuando anhelaban “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3, 13). A la luz de la resurrección se entiende bien la predicación de que un nuevo Reino basado sobre el amor es posible. Como los discípulos de Jesús, queremos pasar página y poder recomenzar. Jesús nos invita a hacer una humanidad más fraterna. La fraternidad de la familia humana queremos que sea la siguiente etapa de la historia, una realidad a construir. A esto nos ha animado el Papa Francisco con su última Encíclica “Fratelli tutti”.
La Resurrección lleva a una alegría contagiosa: “Marcharon aprisa desde el sepulcro, con temor y gran alegría, a comunicárselo a sus discípulos” (Mt 28, 8). Y, “de pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alegraos» (Mt 28, 9). Algunos biblistas traducen la palabra “alegraos” por “la paz esté con vosotros”. La paz y la alegría son dos palabras de saludo que abren los diálogos del resucitado con sus discípulos. Son dones pascuales que Jesús resucitado nos ofrece. Acojámoslos y preguntémonos ¿La paz y la alegría están en nuestro corazón como valores esenciales?
“Ellas, acercándose, abrazaron sus pies y lo adoraron” (Mt 28, 9). En tiempo de distanciamiento social, ¡cómo echamos de menos la cercanía! Nos hemos dado cuenta de su inmenso valor y hemos suplido su ausencia a través de los medios de comunicación. El amor se manifiesta en la cercanía. Las mujeres se acercaron a Jesús y “abrazaron sus pies y lo adoraron”. Es un gesto distante de nuestras culturas, pero en aquel tiempo era un gesto cotidiano. Pocos días antes Jesús se había arrodillado para lavar los pies a sus discípulos, y les dijo: “Vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13, 14). Un gesto que tiene muchos significados: afecto, respeto, reconocimiento, acogida, servicio… Nos preguntamos ¿Qué gestos uso para expresar el amor y el servicio a los demás?
«No temáis; id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán» (Mt 28, 10). Galilea es el espacio donde los discípulos habían llevado a cabo la misión junto a Jesús, la tierra del ministerio ordinario que ahora es iluminado por la Resurrección. Allí le reconocerán y verán el sentido de todo lo que habían vivido. Había sido el punto de partida y allí deben de volver para recomenzar. Ahora ellos se convierten en los portadores de la Buena Nueva. Allí recibieron el fuego del Espíritu que los alentó a llevar el mensaje de Jesús a los confines del mundo.
Como Jesús, junto al Lago de Galilea, hemos de anunciar el Evangelio y llamar a otros a seguirlo. Los discípulos fueron llamados y destinados a una misión. También cada uno de nosotros hemos recibido una llamada para una misión. Junto a este mensaje de Pascua os quiero ofrecer una “Oración por las vocaciones a la Familia Sa-Fa” para pedir al Señor que envíe obreros a su viña que lleven la esperanza, la fe y el amor a las nuevas “Galileas” de un mundo que aspira a ser más fraterno. El IV Domingo de Pascua celebraremos la Jornada Mundial de oración por las vocaciones, el día del Buen Pastor. Tomemos en serio la animación de las vocaciones y el cuidado de la propia vocación. Que el interés por las nuevas vocaciones sea también un fruto de esta Pascua 2021.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
H. Francisco Javier Hernando de Frutos. AG